He aprendido a mirar el horizonte. Casi llevo la vista perspicaz y puede denotarse allí el caer de las hojas, por el acariciar del viento en dirección a los árboles. He inventado un océano de posibilidades tratando de no dividir la conmiseración, sin segmentación instructiva ni medallas al destacado. He gritado su nombre incontables veces y olido el mismo aroma en el deguste de un manjar. Balbucí su llegada y encontré la forma de encontrarme entre sus faroles. En áreas dispares, he masticado su cordura y dudando de sus personalidades. He infringido sin desearlo y me ha perdonado con una risita. Después de todo, ¿no estás tú en la misma brisa?
Recipiente cristalino de censurada mente:
¿Tomarás mis guantes cuando haga frío? ¿Desnudarás mis huesos cuando se empiecen a cubrir de alteraciones? ¿O masticarás el vientre de una vida sin riesgos?
He citado a tu corbata, a tus caprichos y a tus enredaderas. Será mejor que a ti no te vea. No quisieras toparte con la rabieta de los jueves si así no lo apetecieras, ¿verdad? Se nublará el firmamento y la atmósfera reventará de vehemencia liquidando tu par de zapatillas en forma de secuelas. Te dispondrás a trabajar de acróbata en el vigor clandestino que otorga la existencia. Por que como ahora la travesía es mía, te regalo el itinerario de este glorioso día.

No hay comentarios:
Publicar un comentario