Se desperezó como quien se traga el universo acostado y disfruta de eso.
Pensaba, sin certeza, que la vida se deja transcurrir por etapas, ciclos, temporadas o tomos. Que hasta el día representa un ciclo, junto con la llegada y renovación del resplandor diurno. Sus bocanadas de aire eran el silencio apasionado de comerse una novela con los ojos.
Se hacía en una época donde su vida era tal cual una meditación. Había aprendido a dejar pasar pensamientos sin importancia, a abstraerse de ciertas miradas, y hasta empezaba a olvidar algunas cosas. Seguía reflexionando como siempre, pero paulatinamente, el raciocinio la aturdía menos.
Su postura era cada vez más erecta y elevada. Frutos y semillas eran la base de su alimentación; bebía agua como quien disfruta de mirar las nubes pasar. Estaba aprendiendo de su cuerpo. Más de sí misma. Su piel, casi como magnolia, imperaba sobre la suavidad. Y su cabello rugía para continuar como reseña de su preponderante seducción.
Ella buscaba pasión. Creía que era lo que le estaba haciendo falta para poder aplicar todos aquellos cambios en una sola cosa, área o disciplina. Esa pasión que se encuentra temprano o a lo largo de la vida, que no parece mitigarse ni con la lágrima y, además, es el entusiasmo prematuro que se desarrolla y se atreve a perdurar.
Buscaba la pasión como quien pide lluvia y se lo traga la tormenta. Así, como haber anclado en lugar nativo y revelarse. Quería desnudarse.
Desarroparse, quitarse y abrigarse, para poder ser una en el acto sobre la búsqueda. La pasión no se encuentra sola, y quizás, tardaría ciclos. No obstante sabía que esos ciclos, no estarían blindados de pura espera, como la imagen de un intelectual avivando un habano.Pensaba, sin certeza, que la vida se deja transcurrir por etapas, ciclos, temporadas o tomos. Que hasta el día representa un ciclo, junto con la llegada y renovación del resplandor diurno. Sus bocanadas de aire eran el silencio apasionado de comerse una novela con los ojos.
Se hacía en una época donde su vida era tal cual una meditación. Había aprendido a dejar pasar pensamientos sin importancia, a abstraerse de ciertas miradas, y hasta empezaba a olvidar algunas cosas. Seguía reflexionando como siempre, pero paulatinamente, el raciocinio la aturdía menos.
Su postura era cada vez más erecta y elevada. Frutos y semillas eran la base de su alimentación; bebía agua como quien disfruta de mirar las nubes pasar. Estaba aprendiendo de su cuerpo. Más de sí misma. Su piel, casi como magnolia, imperaba sobre la suavidad. Y su cabello rugía para continuar como reseña de su preponderante seducción.
Ella buscaba pasión. Creía que era lo que le estaba haciendo falta para poder aplicar todos aquellos cambios en una sola cosa, área o disciplina. Esa pasión que se encuentra temprano o a lo largo de la vida, que no parece mitigarse ni con la lágrima y, además, es el entusiasmo prematuro que se desarrolla y se atreve a perdurar.
Buscaba la pasión como quien pide lluvia y se lo traga la tormenta. Así, como haber anclado en lugar nativo y revelarse. Quería desnudarse.
Algo le avisaba que tendría que estar más atenta. Hacer uso de los sentidos para encontrar el método de su excavación. Pero algo le llamó la atención cuando buscó pasión : no significaba lo que ella pensaba. ¿Le estaría dando nombres a las sensaciones incorrectas? Eso no le importaba. Tenía la precisión para continuar aislando persecuciones de comunicación, y por lo tanto, lo resolvería.
Aunque comenzó a indagarse si uno generalmente no excava bastante en la palabra como para después meterse en el tema. ¿Qué estaba haciendo falta?: meditar.
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