Empezó a buscar el origen de los sentidos. La cóncava lengua que se sublevaba con los mullidos labios carmesí.
Un único linaje sencillo y seductor. Casi hiriente, por momentos. Su desafio se pronunciaba, sus oídos se deleitaban mientrás los ombligos estrangulaban polifonía. Yo casi yacía a sus pies, y todo eso a mis ojos.
La renuncia explícita del gemido atormentado, del filo del tacto, el vapor de las pupilas.
Se entumecian las ondas sonoras, se esclarecía la sonrisa. Se difuminaba la aritmia.
Había empezado a buscar el origen de los sentidos y de la mujer.
Olía jabón e imaginaba las burbujas posarse en la bañadera de mármol, rellenando espacios desnudos de la única mujer que te hubiera podido mirar firme y profunda. Mujer destinada a buscar el amor verdadero de todas las cosas existentes. Femenina que olía ahora a jabón. Y el agua corría por sus piernas y se despejaba, como escurriéndose dentro de su cuerpo.
Gemía y cantaba mientrás tocaba sus cabellos y posaba su mirada en el univero. Olía todo lo que existia al rededor. Ella pensaba y moría en sus pensamientos.
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