lunes, 6 de febrero de 2012

Es algo así como si la seguridad fuera una escalera, que cuanto más alto se llega, uno más seguro está de todo y de sí mismo. Sin que importe, lo que no debe importar.
Pero hay momentos en la escala donde uno se detiene a contemplar, desde lo alto, el camino que ha hecho y los momentos que rescata. Los recuerdos que vienen y se van como las olas, casi como antiguos fósiles. Al fin y al cabo, de ahí empiezan a surgir ramas de melancolía transitoria. Y es ahí, justo en ese punto donde uno se pone a revisar la memoria como cuadernos viejos, de donde salen preguntas y respira otra parte del cuerpo.
Y fue ahí, donde me puse a pensar sin más relatos, el por qué de una distancia inconclusa. Dame un cierre para que lo abroche a certeza. Decime hola y decime chau, pero no te quedes en mi mente como presencia que sigue sin continuar. Hablame para despedirte, así yo podré irme de viaje sin la meleta de la duda.

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