viernes, 25 de noviembre de 2011

Siempre hay algo más, que a simple vista no se ve.

Cada día es como una extinción y un compilado de conceptos. Es un vaivén, cual oleaje suspendido, el que marea mis instintos. Tonalidades y circunstancias ponen a mis pies las relevancias. Perspicaz debe ser el simio que sea capaz de descifrar qué es la tolerancia.

La espera se hace insípida, no tanto pesada, sino leve. Aparenta ser un océano dichoso y prometedor a sus alfaguaras. Sin embargo a veces tendemos a irnos por las alcantarillas, por los sedimentos de arena submarinos y nos estancamos tal cual la mariposa en su corta infinitud. Hay un caudal de precipitaciones escandalosas, ese que ahora tanto se espera. Una lluvia torrencial que nos haga descargar todo aquello que conseguimos por dentro.
Hace calor y el alma está funcionando; la luz ha dejado de verse en los ojos de los demás para aparecer de donde viene, en dónde el sol se fortalece. Y hoy me pregunto si un ramo de flores podría refrescar mi cuerpo y expulsar el zoológico estomacal derribando la carencia de pulpa que lleva el corazón.
Puedo divisar, y es evidente, un cambio. No sólo en mí, sino en los demás respecto de mí.
Puedo contemplar, y es estremecedor, un cambio. No sólo en mí, sino en las sensaciones que se unen con el sueño.
Puedo abastecer, y es evidente, un cambio. No sólo en mí, no sólo en los demás, sino en este mundo. Puedo volar por sobre vuestras cabezas.

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