Cada uno, por particular y separadito, inclinándose hacia mí o registrándose como mérito propio.
Abundantes o escasos, rellenos de compasión o pasionales hasta el delirio. Sugiriendo o acabando allí. Me retuvieron, cesantes, como tantas otras caricias.
Un tipo de ósculo empalagoso, o uno de esos que se quedan cortos. Las formas y maneras; las mil ideas.
El acomodo de uno mismo hacia el otro, del otro a uno mismo, la coordinación conjunta o la no conexión del dúo.
Esos de fantasía o esos del momento. Los que te dan fiebre, te involucran, te adormecen y luego te juzgan. Los que vienen arrepentidos, los que te necesitan. Los que parecen niños juguetones. Están los triunfadores por su propia especie, los que se ganan y los que se consiguen. Los soñados y los no esperados. Están los que nunca te dieron, los que nunca probaste. Y están los mil resueltos y los encontrados. Los que pasan como siglos de vidas y los que se llevan todo.
Los que no te dejan nada, pero por poco, te regalan un generoso ademán con los labios. Los que se reincorporan después de un tiempo. Los que dicen, tan solo con el impacto del roce instantáneo: vos sos lo que quiero.
Y están también esos que se mantienen presentes, pero no por la persona, sólo por el beso.
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GUAU. Me encantó Paulette, uno de tus mejores escritos a mi criterio.
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